¿Cómo estás?, quedé preocupada, porque supe que te habías enfermado y me sentí mal al no poder estar contigo, pero siempre estoy pendiente de lo que te pasa y pensando en cómo estás, aunque no siempre sepa las cosas muy a tiempo.
Marcelita, te escribo así, porque he sabido que eres inteligente y que ya sabes leer. Quiero que sepas que te echo de menos y que te sigo amando. Nada llena ese huequito que dejaste al no poder tenerte conmigo. Sólo tengo tu recuerdo, tus risas, y tu linda carita que siempre veo en las fotos que guardo de ti.
Hija, para la mamá no fue fácil tomar la decisión de dejarte con los abuelos, sufrí y sufro mucho. Quisiera estar contigo, cuidarte como lo hice desde antes que nacieras hasta que tuviste casi tres años; pero luego la mamá tuvo que hacer, espero que entienda, que me quieras y me recurdes. ¿Te gustó el muñeco que te hice y te mandé la última vez? ¿haz escuchado el caset que te envié? ¿Leíste el cuento que te hice?.
Hijita, aunque sé que no voy a tener respuesta a mis cartas, igual te voy a seguir escribiendo, pués así me sentiré más crca tuyo. A veces cuando camino por las calles o me siento en alguna plaza, me entretengo mirando a los niños y niñas que podrían ser como tú, me gusta verlos cómo juegan y cuando están con sus padres me digo que ya llegará el momento, que ya estaré con mi hija conversando, y que por ahora trabajo por construir un futuro mejor para todos los niños como tú. El sentirme útil y aportando, hace que mi vida tenga sentido y algo de felicidad.
Te quiero mi chiquita, más adelante te voy a contar más cosas, para que sepas también cómo está la mamá; trataré de grabar un caset para que escuches mi voz, pero daría cualquier cosa por escuchar la tuya, tu vocecita.
Araceli Romo, 7 de octubre de 1988.
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